Oneshoot para Koko de Naty - Espacios escondidos
Summary: Una chica busca un lugar tranquilo en el cual relajarse, pero no es la única con esa idea. Una playa, un escondite, una cueva en la que cualquier cosa puede pasar…
Disclaimer: La historia es ficticia (aunque quisiera que fuera verdad :P) Y no planeo ofender a nadie, es solamente un regalo para mi amiga.
Nota para Koko: Tengo la versión contada en segunda persona, así que si preferís leer esa, te la mandé al mail. Feliz cumple!!! Te quiero un montón y espero que la pases super super bien! Muchísimos besos!!!
Kokoro’s POV
En cierta forma, los viajes a la playa me encantaban, y el día era hermoso y demasiado caluroso como para quedarme en casa, pero el mar no me atraía demasiado. De hecho, sólo había aceptado porque una de mis amigas me había suplicado que la acompañara. No tenía con quien venir, y se moría por ver al salvavidas un rato. Pero claro que en cuanto logró entablar una conversación con él, yo pasé a ser un amigable y bonito… estorbo.
Creo que por mi cara, ella notó el agrado que me producía que me hubiera sacado a rastras de mi único día libre para mirarla coquetear con un hombre que a penas conocíamos. Y además de todo, yo ya debía haber escrito el próximo capítulo de “Intercambiando destinos”. Las chicas me matarían si seguía postergando la fecha. Ya habían sido cuatro veces, contando la que me quedé atorada en el trabajo y la que pasé la noche entera delante de la computadora con la mente totalmente en blanco.
Por suerte, había previsto un resultado como este, así que mientras mi amiga me esperaba, había puesto mi confiable laptop en el bolso de playa. No tenía planes de que un ejército de NTLS me atacara por no escribirles alguna que otra cosilla. Así que en cuanto me vi sin nada que hacer en la playa, más que conseguir que se me cayera la piel, comencé a buscar un lugar tranquilo para poder concentrarme en escribir. La playa estaba tan llena como de costumbre y por alguna razón una turba de adolescentes se paseaba por el lugar. Los gritos y risas constantes no eran de las mejores compañías para escribir un buen lemmon, así que me alejé lo más que pude.
Después de caminar un rato, encontré una pequeña cueva escondida del sol y de la gente. La marea estaba bajando, así que no corría peligro de quedarme atrapada de un momento a otro. Era perfecta. Justo lo suficientemente oscura como para que nadie me viera con facilidad, pero lo suficientemente iluminada para que me sorprendiera un animal o algo así adentro.
Entré con pasos dudosos, hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz. Después de unos segundos pude ver que la caverna era bastante grande. Un tronco muy grueso yacía atravesado por el piso. Era perfecto para sentarme en el piso y apoyarme en él. Y así lo hice. Primero me senté de frente a la salida, pero la luz me daba en los ojos, encandilándome, así que sólo después de un momento, salté el tronco hacia lo más profundo de la cueva y me senté de espaldas a la luz. Tomé mi laptop y la puse en mi regazo. Era fácil escribir con esa tranquilidad. Las voces y el griterío de la multitud se escuchaban muy a lo lejos, difícilmente podían tornarse una distracción.
Me sentía envuelta en una burbuja… segura y protegida del mundo real, de los problemas y los contratiempos de la vida cotidiana. Cuando terminé al capítulo de Intercambiando destinos, sentí que un peso se me quitaba de encima. Me disponía a continuar con Nuestra Luna de Miel cuando una sombra hizo que se me parara el corazón. Una figura se dibujaba en el piso de la caverna, proyectada por la luz del atardecer. Me di vuelta lo más rápido que pude, pero no podía ver nada. Sólo su silueta se dibujaba en la intensa luz del Sol. Me asusté mucho, y llené mis pulmones para gritar. No me importaba si estaba lejos, tenía una voz muy potente cuando me lo proponía.
El hombre se movió rápido, y se arrodilló al otro lado del tronco. Su mano fue directo a mi boca, impidiéndome gritar. Me desesperé, pero en el momento nada útil me vino a la mente.
- Por favor, no grites –me susurró una voz profunda y dulce. Mi respiración se agitó. Me recordaba a… no! Imposible.- Sólo me estoy escondiendo, me iré en un minuto, pero por favor, no me delates. –me suplicó. Sonaba realmente desesperado, así que un poco de piedad me invadió. Quizás alguien quería lastimarlo, o algo así. Asentí con la cabeza y su mano se movió lenta y dudosa hasta dejar de tapar mi boca.
- Gracias –ahora parecía aliviado y sincero. No estoy segura de porqué, pero me inspiraba mucha confianza.
- No hay problema. Yo también me estoy escondiendo ¿tú de que escapas? –Todavía no podía ver su rostro claramente, pero me pareció que fruncía el ceño.
- Gajes del oficio –se limitó a contestar- ¿Y tú?
- Sólo quería estar sola un rato.
- mmm… siento interrumpirte. De verdad que no te molestaré. Me quedaré en una esquina hasta que se ponga oscuro, y luego me iré, no te preocupes.
- No dije que me molestaras.
Sólo levantó la pierna para pasar por encima del tronco y se dirigió a lo más alejado de la cueva.
- ¡Maldición! –lo vi pararse en un pie para mirar la planta del otro. Ahora que se paraba a la luz podía ver que llevaba unos jeans mojados y una camiseta blanca que se pegaba a su pecho a causa del agua que la empapaba. Llevó su mano a la plata del pie y la sacó rápido, quejándose un poco.
- ¿Qué te pasó? –le pregunte.
- Nada, no te preocupes.
Se quejó de nuevo y se sentó en el piso acercándose el pie a la cara, como si quisiera verlo de cerca. Al parecer, se había clavado algo. Dejé mi computadora a un lado y me paré para acercarme a él, mirando fijamente el piso para que no me pasara lo mismo. Sólo las personas tropezamos dos veces con la misma piedra.
- A ver, muéstrame –le pedí, extendiendo la mano, arrodillándome a su lado con la vista fija en su herida. Parecía profunda. Un vidrio que parecía afilado sobresalía de su talón, haciendo que sangrara. Primero lo soplé, para quitarle los restos de arena.
- No te muevas. –Tomé el vidrio y lo saqué. Fue fácil, ya que era un pedazo bastante grande, y lo podía agarrar con los dedos. Pensé en buscar mi bolso, pero no tenía nada de tela ahí. Ni un pañuelo, ni una camiseta, nada. Y yo sólo llevaba puesto mi traje de baño de dos piezas y un pareo atado a la cadera. Así que me incorporé sobre mis rodillas y me quité el pareo para luego enrollarlo y atarlo a su pie, cubriendo la herida.
- Ya. Eso debería servir.
- Gracias –me contestó. Sonreí y lo miré a la cara por primera vez. Casi caigo muerta. Por eso su voz me sonaba tan familiar. No era común, y no estaba desvariando cuando pensé en el parecido. Tragué en seco y me aclaré la garganta mientras mis labios se movían sin recordar cómo se emitían los sonidos.
- Eres… -hay, ¡Dios!- eres…
- Taylor Lautner –Y extendió la mano para que se la estrechara, sonriendo y mirándome directamente a los ojos. Tuve que tomar aire para no caer muerta en ese mismo lugar. Le agarré la mano, pero no recordaba cómo me llamaba. Algo con K, ¿no?
- K-K-Kokoro –tartamudeé. No me soltó la mano. Sólo apoyó la suya sobre su pierna, llevando la mía con ella. Me quedé con la vista clavada en su mano sosteniendo la mía hasta que habló de nuevo.
- Que lindo nombre… original. –Creo que sonreí.
- Gracias –me aclaré la garganta. Miles de veces me había imaginado este encuentro. Siempre bromeaba con las chicas sobre saltarle encima y cosas así… pero ahora que lo tenía enfrente me sentía indefensa. No sabía cómo actuar. Seguro gritarle que lo amaba e intentar quitarle los pantalones hubiera sido un poquito agresivo. Me mordí el labio. Debía decir algo, cualquier cosa. Tenía que entablar una conversación, conocerlo. Le di vuelta a todos los cajones de mi cabeza, pero sólo salían cosas poco interesantes, propuestas de matrimonio y confesiones absurdas.
- Bueno, Kokoro –señaló su pie con la mirada- Gracias a ti –me estremecí ligeramente. Adoré la forma en que dijo mi nombre. Y le agradecí a Dios internamente porque mi amiga me arrastrara a la playa hoy, y por la cueva escondida, y por lo que sea que fuera que lo había mandado aquí conmigo. Y de pronto me vino a la mente su frase: “gajes del oficio”.
- ¿Puedo preguntarte algo? –Asintió con la cabeza- ¿Cómo llegaste aquí?
- Bueno, estábamos haciendo una sesión fotográfica. La idea era hacerla en una playa privada, pero al fotógrafo no le gustaba… creo que dijo “la forma en que combinaba el cielo con el mar” o algo así –imitó una voz más aguda mientras pronunciaba la frase de su fotógrafo. Luego rodó los ojos y nos reímos.
- ¿Así que te escapaste de él? –le pregunté. Movió la cabeza de un lado al otro, negando.
- No, es que se comenzó a juntar gente… mucha gente.
- Ahh…
- No me malentiendas, siempre estoy feliz de recibir a los fans, y dar autógrafos y esas cosas, pero…
Negó de nuevo con la cabeza y miró a un punto fijo en el piso. Parecía que no iba a seguir hablando, así que insistí.
- ¿Pero? –me miró de nuevo. Parecía que había tenido la esperanza de que pasara por alto esa palabra. Se encogió de hombros.
- Es sólo que hacía tanto que no estaba tranquilo un momento ¿sabes? Con los ensayos, las filmaciones, las entrevistas. Arg! A veces es demasiado.
- Sé a qué te refieres. Bueno, no, en realidad no –se rió-. Nunca filmé una película o di una entrevista, pero quiero decir… conozco la sensación. La de querer escapar.
- Si… -susurró, como si hubiera dado con la palabra correcta- aunque sólo sea por un momento.
Asentí con la mente perdida en buscar una forma para tranquilizarlo. Para hacerle saber que podía relajarse, aunque fuera por unos minutos.
- Bueno, y ¿tú de qué te escapabas? Nunca me contestaste. –Tenía razón, había evadido la pregunta. El dedo pulgar de la mano con la que sostenía la mía, comenzó a pasearse de arriba abajo por mi piel. Era tan suave, tan agradable…
- De nada –le dije mientras negaba con la cabeza. Levantó una ceja, escéptico-. Bueno, de nada específico. –Me tomé un segundo para que mi cerebro recordara cómo respirar normalmente- De todo, en realidad. Sólo quería… que el mundo se detuviera un rato.
- ¿Para poder alcanzarlo?
- Exacto.
- Si, se a qué te refieres. –Dijo imitando mis palabras de hacía un rato. Sonreí. No podía evitarlo cuando mostraba esos dientes blancos y perfectos. Me sonrojé cuando se me quedó mirando un rato. Seguía intentando convencerme a mi misma de que saltarle encima sería una mala idea, y su mirada no me ayudaba en nada.
- ¿Qué? –le pregunté al fin. Ya me estaba constando bastante controlarme como para que me mirara con esos ojos de cachorro.
- Nada –sonrió más-. Es que pensé… no se. No te había imaginado así. Con los pies en la tierra.
¿De que carajos estaba hablando? ¿Me había imaginado? Seguro no le entendí bien. Así que elaboré una complicada respuesta para que me explicara lo que acababa de decir:
- ¿Qué? –ok, ok… quizá no fuera complicada, pero era todo en lo que podía pensar en el momento.
- Bueno, cuando llegué estabas navegando en una de las páginas que suelo leer… Kokoro’s Room?. –Sonó como una pregunta, pero no lo era. Un ataque amenazó con colarse por mi pecho cuando dijo el nombre de la página. Seguro lo había leído y estaba jugando conmigo.
- ¿Perdón?
- Si, primero pensé que eras una fan del blog. Pero cuando dijiste tu nombre, bueno… -se quedó callado por un segundo- No es muy difícil deducir que es tu página. Digo, “Kokoro” no es un nombre muy común que digamos.
Sonreí como boba mientras hablaba, no podía creer lo que me decía. Seguro era una cámara escondida o algo como eso. Y para colmo, estaba bastante segura de que mientras hablaba comencé a hacerme adicta al sonido de su voz. Era más profunda que en grabaciones o entrevistas. Sonaba tan… sexy.
Taylor’s POV
Sólo se me quedó mirando. Ni siquiera estaba seguro de si me había escuchado a no. Su cara se tornó completamente roja y entonces me mordí la lengua. No debí haberle dicho que sabía que escribía lemmon sobre mí. O mi personaje, lo que fuera. Probablemente la había avergonzado. Decidí seguir hablando, para ver si tenía mejor suerte esta vez, y dejaba de decir estupideces.
- No me malinterpretes, de verdad me gusta cómo escribes –le dije, poniendo mi mano en su barbilla para que tuviera que mirarme. No debí haber hecho eso. Era demasiado suave, y todo en lo que podía pensar ahora era reemplazar mis dedos con mis labios para asegurarme de que mi tacto no estaba atrofiado o algo así. Intenté concentrarme para seguir hablando, habían pasado unos segundos desde que había dicho la última palabra, fuera cual fuera, no lo recordaba.
Media sonrisa se asomo por su rostro y el impulso de mi mano de tocar esos labios carnosos fue más fuerte que yo. Así que mi dedo pulgar se deslizó por su labio inferior, comprobando que –si es que fuera posible- era más suave que el resto de su piel.
Suspiré y cerré los ojos. No quería que pensara que acosaba así a las demás fans. Estaba más nervioso de lo que había estado presentándome ante miles de personas y cosas así. Quizás era por que de verdad me gustaba esta chica, y no sabía como hacerle entender eso sin que pensara que lo hacía para meterme en sus pantalones… o bikini, como sea.
Intenté aclarar mi mente un poco y decirle algo para que supiera que no era común que hiciera esto. Bueno, por lo menos con tanto romance. No era un santo, pero las mujeres siempre sabían cuáles eran mis intenciones. Salvo que ahora no tenía “malas intenciones”, sólo quería besarla, y tocarla, y acariciarla… sacudí mi cabeza como un perro y abrí los ojos. Ella había tumbado la suya sobre mi mano y sus enormes e hipnotizantes ojos estaban cerrados. Gracias a Dios, no podría haber hablado de otra cosa si me hubiera estado mirando.
- De hecho, soy un seguidor. –Le sonreí mientras sus ojos y su boca se abrían por la sorpresa. Era cierto. La seguía desde hacía meses atrás, cuando buscaba algo en mi laptop que sirviera para distraerme entre escena y escena de la grabación de Luna Nueva. Resulta que leer lemmon de uno mismo es bastante excitante.
Excepto que no me gustaba que fuera con la tal Nessie. El personaje siempre me había parecido algo forzado. Pero eso no tardó en arreglarse. En cuanto había visto su foto en la página, ella había reemplazado a la imprimación en mis fantasías. Pero ahora seguía sin hablar. Me mordí el labio cuando suspiró, controlándome un poco.
- Creo que eres una de las mejores escritoras que he conocido. –Agregué. Sonreí de nuevo cuando la noté sonrojarse. No lo había notado, pero mis dedos seguían acariciando su cara. Era automático, no podía evitarlo.
De repente se separó bruscamente, y me di cuenta de que nos habíamos acercado cada vez más el uno al otro. Alejó mis manos, sacudió la cabeza y murmuró algo que no pude entender bien. Algo acerca de ¿una loca dormida bajo el Sol? No tenía sentido.
- Lo siento, no te entendí. –Se agarró a cabeza con las manos.
- Que hay dos opciones: finalmente me volví loca, o me quedé dormida bajo el Sol y la insolación provoca alucinaciones. ¡Hay! ¡Ni siquiera debería haberte contestado! ¡No existes!
Me reí y me miró de reojo, como pensando algo muy seriamente.
- O quizás me golpeé la cabeza, la caverna estaba tan oscura. Debí quedar inconciente. Un sueño. Eso eres. Seguro eres un sueño. –Hablaba más consigo misma, que conmigo. Pero de todas formas escuchaba lo que decía y seguía su mirada con los ojos. Alargué el brazo e intenté tocarla, pero se encogió y se puso de pié de repente. Por desgracia no recordó que estábamos en un extremo de la cueva en el que el techo era bajo, y se golpeó fuerte contra él.
Este lugar era peligroso. Se quedó quieta una milésima de segundo, y luego vi como se doblaban sus rodillas, así que extendí los brazos para que no se desplomara en el suelo. Quedó atravesada en mi regazo, uno de mis brazos pasando por debajo de su cuello para que su cabeza no llegara al piso.
- ¿Lo ves? Ahora sí te golpeaste la cabeza –le dije cuando comprobé que no estuviera inconciente. Sonrió avergonzada y se movió un poco, como intentando incorporarse. Pero cuando lo hizo, frunció el ceño y dejó escapar un pequeño quejido, llevándose una mano a la cabeza.
- ¿Qué? ¿Qué? –le pregunté bastante ansioso mientras inspeccionaba su cabeza por sangre o una herida abierta. Pasé mis dedos por su cabello y luego los miré a la poca luz del Sol que ya se estaba escondiendo afuera. Hice eso varias veces, buscando, pero me alivié cuando no encontré nada.
Y de repente tomé conciencia de que mis dedos se paseaban por su cabello, y que mi cara estaba sólo a centímetros de la suya. Su respiración me golpeó y supe que estaba perdido. Busqué sus ojos para ver si no estaba enojada o algo así. Era bastante temperamental. Me estaba mirando directamente, su brazo todavía arriba de su cabeza, con la mano perdida y relajada en su pelo. Mis dedos se movieron por ahí un par de veces más y luego bajaron rozando su oreja y hasta la línea de su mandíbula. No pude evitarlo. Me incliné sobre ella y probé sus labios suavemente, más tímido de lo que recordaba haber sido alguna vez con una chica.
Su brazo bajó y su mano se posó en mi cara, estirando el cuello y volteando un poco para hacer que el beso se volviera más profundo. No estaba alucinando antes. Sus labios eran tan suaves como había pensado… más inclusive. Pasé mi lengua por ellos, sintiéndola estremecerse y memorizando la sensación.
La tomé por la cintura con una mano y la cadera con la otra, y medio la levanté para recostarla unos centímetros más lejos y poder arrodillarme en el piso. Todo lo que quería era sentirla debajo de mí, así que en cuanto jadeó por el inesperado movimiento me lancé a su cuello, probando su piel, la piel que me había vuelto loco tantas veces en las fantasías que –ahora sabía-, nunca le habían hecho justicia.
Volví a su boca y nos quedamos así un rato, nuestras lenguas entrelazándose hasta que el Sol se ocultó totalmente y tuve que volver a acostumbrarme a la falta de luz. Como fuera, quizás la vista no me sirviera de nada, pero todavía tenía el tacto.
Mis manos se pasearon por las partes de su piel que estaban al descubierto. Bendito fuera el bastardo que inventó los trajes de baño de dos piezas. Sonreí contra sus labios por la forma en que su respiración se había agitado, y bajé mi boca por su cuerpo, pasando por su cuello y deteniéndome un segundo en su clavícula. Esa era una de las partes de la mujer que más me gustaban… bueno, además de las obvias. Seguí bajando, moviéndome con los labios y la lengua sobre lo que sobresalía de su pecho por el generoso escote. Di besos ahí y luego metí mi lengua un poco debajo de la tela para sentir parte de su pezón.
Deseé poder arrancar la tela y hacerla añicos, pero temí ahorcarla con los breteles, así que sólo seguí disfrutando la parte que sí estaba al descubierto. Arqueó su espalda y sentí su pezón entero en mi boca. Se había escapado y ahora podía saborearlo a mi voluntad. Primero lo rocé con mi lengua y lo rodeé con mis labios, y luego lo atrapé entre mis dientes cuando un sensual “mmm” se escapó de sus labios.
La mano que no usaba para apoyarme bajó por su cuerpo y se paseó por la parte de adentro de sus muslos. Arqueó más la espalda y lo tomé como una invitación. Y aunque no lo fuera, ya no podía pensar con mucha lógica. La mujer era más sensual que cualquier otra que hubiera conocido. Quizás era mi imaginación, pero me parecía que me provocaba a propósito con cada pequeño gemido que emitía.
Metí la mano por detrás de su espalda y tiré del hilo que ataba ese -ya molesto- traje de baño violeta. Cuando notó lo que hacía se incorporó solo un poco para facilitármelo. Lo quité por encima de su cabeza y luego volví a besarla. Llevando una de mis manos a su pecho. Primero sólo lo acaricié, pero cuando tiró la cabeza hacia atrás, asumí que quería que avanzara tanto como yo.
Volví a recostarla contra la arena, poniendo una de mis piernas entre las suyas, y bajé mi boca a sus senos, que ahora eran todos míos. Mi mano volvió a la suave piel que cubría sus muslos. Subí por ahí hasta sentir el único pedazo de tela que le quedaba. Moví mis dedos un poco mientras mi boca volvía a la suya. Ya me picaban los labios por la ansiedad de sentir los suyos.
Se estremeció de nuevo y su mano se enredó en mi cabello seductoramente. Por suerte, no había tenido que usar la molesta peluca para la sesión de hoy. Levanté la vista y la miré con cara de inocente.
- ¿Tienes frío? –le pregunté en un tono que se ajustara perfecto con mi cara de “yo no fui”. Tragó en seco y me miró mientras una de sus manos seguía jugando con mi cabello y la otra apretaba uno de mis hombros.
- Ahora que lo mencionas, ya oscureció. Quizás deberías sacarte esa ropa mojada.
Sonreí.
- Definitivamente. –Se mordió el labio y puso una mano en mi estómago, entre la tela y mi piel. El dolor de desearla tanto se volvió físico. Tenía que ser mía. Tomé aire para calmarme y me arrodillé para quitar mi camiseta por encima de mi cabeza. Creo que me hice un lío en el cabello, pero ya no podía importarme menos. Sacó su pierna de entre las mías y la puso al otro lado de mi cadera, provocándome todavía más. Seguro sabía lo que hacía, porque todo lo que pasaba por mi mente me impedía desaparecer los estúpidos pantalones. Ahora los botones se rehusaban a abrirse de una buena vez.
- Deja. –Puso su mano sobre la mía y me movió los dedos para poder deshacer los botones como por arte de magia. Sonreí y me pasé las manos por el pelo mientras metía las suyas entre la tela y mi piel de nuevo, esta vez, a los lados de mi cadera. Cerca, muy cerca, de donde yo quería que las pusiera.
Cuando los pantalones cayeron alrededor de mis rodillas, solo se quedó viéndome, con sus ojos y su boca abiertos, sensuales y tentadores. Su mano subió por mi pierna de nuevo y me rodeó con los dedos. Apreté los ojos cuando sentí su lengua resbalar por la punta de mi miembro, moviéndose lentamente y haciendo que me volviera loco. Ya no estaba en mis cabales, y sólo bastó que sus labios me rodearan para que la cabeza me diera vueltas. Gemí, un sonido entre placer y ansiedad y levantó la mirada hacia mí, separando su cara de mi piel. Aproveché para agacharme de nuevo y empujarla contra el piso. Quería tenerla, y lo quería ahora.
Me apreté contra su cuerpo y recordé que no tenía preservativo. Gemí e intenté concentrarme cuando sus labios atraparon el lóbulo de mi oreja.
- Mmm… -hay, palabras, palabras, no recordaba ninguna. Me aclaré la garganta- Koko… -la única palabra que me gustaba pronunciar ahora. No quería decir algo que me impidiera hacerla mía, pero tampoco planeaba dejar embarazada a la chica en nuestra primera noche, no era tan idiota.
- ¿Mmm? –me contestó. Luché porque algo de mi sangre volviera a mi cerebro. Necesitaba ser coherente.
- No tengo preservativos –solté suspirando.
- No importa, tomo píldoras –juro que casi lloro y grito del alivio. Aunque no lo hice, no hubiera quedado muy masculino de mi parte. Me apreté más fuerte contra su cuerpo y sentí la tela de su traje debajo de mí. Bajé la mano entre nuestros cuerpos apretados como pude, y corrí la tela a un lado, sin molestarme en quitarla. No quería interrumpir la forma en que su lengua jugaba con mi cuello.
Soltó un grito cuando comencé a abrirme paso en ella, y casi pierdo el control de la mano que se apretaba a su cintura. La noté húmeda y caliente, preparada y esperándome. La sensación me envolvió otro poco cuando empujé de nuevo. Me mordí el labio y volví a hacerlo. Todavía no había entrado completamente. Sentí sus uñas clavarse en la piel de mi espalda y me quedé quieto cuando me noté profundamente en su interior.
Escondí la cara entre sus pechos para disfrutar de su aroma mientras la sentía acomodarse a mí de a poco. No era deforme ni exagerado, pero era bastante grande, y las chicas solían necesitar un momento para acostumbrarse. Así que esperé a que su corazón aminorara la marcha y sus músculos se relajaran un poco. Me esforcé mucho por contenerme y esperarla. No quería hacerle daño.
Escuché cómo soltaba el aire que tenía acumulado en su pecho. No había notado que no respiraba. Subí la mirada buscando la suya y el deseo que desbordaba de sus ojos me dio permiso para moverme de nuevo.
Con todo el autocontrol del que fui capaz, me alejé y volví a entrar mirándola a los ojos y cuidando la intensidad con la que su ceño se fruncía, atento a que la expresión de placer cambiara para convertirse en una de dolor. No lo hizo, así que me moví de nuevo, esta vez con más confianza, más decidido.
Se relamió los labios y soltó un “Tay” envuelto entre un par de gemidos susurrados, que hizo que me saliera de mis cabales. Me incrusté en ella una vez más, ahora demostrando la urgencia que me provocaba su cuerpo. Gimió de nuevo y fue demasiado para mí.
Comencé a moverme más rápido, apretándola contra la arena con fuerza con cada embestida. No me preocupó cuando cerró sus ojos, apretando los párpados, porque sabía que lo estaba disfrutando. Incluso aunque fuera brusco, incluso aunque le doliera. El placer se escapaba de su boca cada vez que decía mi nombre entre gemidos.
Jugué con sus pechos y lamí sus pezones, provocando que arqueara la espalda y me permitiera clavarme completamente en su interior. Cerré los ojos y apoyé mis labios en su cuello, atrapado por lo que me provocaba.
Sus piernas rodearon mi cintura, seguras. Sólo titubearon cuando la arremetí con más fuera por la sensación de sus piernas envolviéndome, su olor embriagándome, sus labios jadeando al ritmo de mis movimientos. Su cadera comenzó a moverse en círculos, restregándose contra las mías. Trague con dificultad y luché por pensar en otra cosa.
- Tay… -se interrumpió para volver a gritar. No imaginé mejor forma de escuchar mi nombre. Y dije lo único que me venía a la mente en el estado en el que estaba.
- Koko… -volví a besarla en los labios y la sentí estremecerse completamente. Entendí que estaba a punto de venirse, así que aumenté la fuerza y la profundidad con la que la penetraba. En cuestión de segundos estaba conteniendo la respiración y clavando más sus uñas en mi espalda. La sentí estrecharse a mi alrededor y apretar mi cuerpo con sus piernas.
Sus facciones contraídas y el gemido estremecedor que se escapó de su pecho me llevaron con ella. Ya no resistía el placer que me provocaba. Comencé a venirme mientras cerraba los ojos, concentrándome en escuchar el aire escapando de sus pulmones, todavía adaptándose al ritmo en que me movía contra ella.
Bajé la velocidad en el punto en el que perdí el control de mi cuerpo y finalmente me quedé quieto después de unos segundos. Sus manos se relajaron de a poco, sus uñas seguro habían dejado marcas en mi espalda. Adoraba pensar eso. Después de unos minutos, sus dedos se movieron tiernos por mi cabello, muy despacio, mientras su pecho seguía subiendo y bajando debajo de mí.
Me quedé con los ojos apretados y la frente apoyada en su pecho, sobre el hueco de su garganta. Estaba intentando recuperar el aire y la cordura, pero ambos me los había robado mi diosa, así que me limité a besarla de nuevo en los labios. Ahora más suavemente, justo como la primera vez. Me alejé y el viento frío me golpeó fuerte. Quizás fuera por el sudor, o por el calor de su cuerpo contra el mío.
Caí a su lado, todavía jadeando. Tragué en seco y volteé mi cara para verla. Su mano estaba apoyada en su pecho, que subía y bajaba frenético, su mirada clavada en el techo y una enorme sonrisa en su rostro. Sonreí y me puse de costado para verla. Después de un rato me miró y se sonrojó un poco. Se veía adorable, su cabello alborotado y su piel llena de arena. Me miró con cara de nostalgia, aunque la sonrisa no se borraba de su boca. Por eso su expresión se volvió agridulce. Era la misma sonrisa que adoptaban las chicas una vez que sabían que me iría y nunca más las vería.
Pero esta vez era diferente, no quería irme. No podía dejar que se escapara de mi vida. La había deseado por mucho tiempo, y nunca podría haberme imaginado que me gustaría tanto, ni que me sentiría tan atraído hacia ella.
- ¿Quieres ir a cenar? -Le pregunté. Fue lo único que se me ocurrió, y mi estómago rugía por el… ejercicio. Asintió, su sonrisa volvió a ser alegre y satisfecha.
- Aunque quizás pudiéramos nadar un rato primero –cambié de planes cuando bajé la vista y me vi envuelto en arena y sudor. Rió un poco al verme y nos pusimos de pie para salir de la cueva, que me había cambiado la vida, y acercarnos al mar.
Estaría por siempre en deuda con ese lugar. Me había traído hasta ella, y había hecho que se fundiera a mí en cuerpo y alma. Ahora estaba atrapado y feliz de entregar mi libertad. Porque sabía que jamás dejaría de amarla. Aunque no pudiera decirlo en voz alta, aunque no quisiera estropear el momento abriendo mi bocota, sabía que la amaba con cada parte de mí. Y no descansaría hasta que ella sintiera lo mismo.
Summary: Una chica busca un lugar tranquilo en el cual relajarse, pero no es la única con esa idea. Una playa, un escondite, una cueva en la que cualquier cosa puede pasar…
Disclaimer: La historia es ficticia (aunque quisiera que fuera verdad :P) Y no planeo ofender a nadie, es solamente un regalo para mi amiga.
Nota para Koko: Tengo la versión contada en segunda persona, así que si preferís leer esa, te la mandé al mail. Feliz cumple!!! Te quiero un montón y espero que la pases super super bien! Muchísimos besos!!!
Kokoro’s POV
En cierta forma, los viajes a la playa me encantaban, y el día era hermoso y demasiado caluroso como para quedarme en casa, pero el mar no me atraía demasiado. De hecho, sólo había aceptado porque una de mis amigas me había suplicado que la acompañara. No tenía con quien venir, y se moría por ver al salvavidas un rato. Pero claro que en cuanto logró entablar una conversación con él, yo pasé a ser un amigable y bonito… estorbo.
Creo que por mi cara, ella notó el agrado que me producía que me hubiera sacado a rastras de mi único día libre para mirarla coquetear con un hombre que a penas conocíamos. Y además de todo, yo ya debía haber escrito el próximo capítulo de “Intercambiando destinos”. Las chicas me matarían si seguía postergando la fecha. Ya habían sido cuatro veces, contando la que me quedé atorada en el trabajo y la que pasé la noche entera delante de la computadora con la mente totalmente en blanco.
Por suerte, había previsto un resultado como este, así que mientras mi amiga me esperaba, había puesto mi confiable laptop en el bolso de playa. No tenía planes de que un ejército de NTLS me atacara por no escribirles alguna que otra cosilla. Así que en cuanto me vi sin nada que hacer en la playa, más que conseguir que se me cayera la piel, comencé a buscar un lugar tranquilo para poder concentrarme en escribir. La playa estaba tan llena como de costumbre y por alguna razón una turba de adolescentes se paseaba por el lugar. Los gritos y risas constantes no eran de las mejores compañías para escribir un buen lemmon, así que me alejé lo más que pude.
Después de caminar un rato, encontré una pequeña cueva escondida del sol y de la gente. La marea estaba bajando, así que no corría peligro de quedarme atrapada de un momento a otro. Era perfecta. Justo lo suficientemente oscura como para que nadie me viera con facilidad, pero lo suficientemente iluminada para que me sorprendiera un animal o algo así adentro.
Entré con pasos dudosos, hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz. Después de unos segundos pude ver que la caverna era bastante grande. Un tronco muy grueso yacía atravesado por el piso. Era perfecto para sentarme en el piso y apoyarme en él. Y así lo hice. Primero me senté de frente a la salida, pero la luz me daba en los ojos, encandilándome, así que sólo después de un momento, salté el tronco hacia lo más profundo de la cueva y me senté de espaldas a la luz. Tomé mi laptop y la puse en mi regazo. Era fácil escribir con esa tranquilidad. Las voces y el griterío de la multitud se escuchaban muy a lo lejos, difícilmente podían tornarse una distracción.
Me sentía envuelta en una burbuja… segura y protegida del mundo real, de los problemas y los contratiempos de la vida cotidiana. Cuando terminé al capítulo de Intercambiando destinos, sentí que un peso se me quitaba de encima. Me disponía a continuar con Nuestra Luna de Miel cuando una sombra hizo que se me parara el corazón. Una figura se dibujaba en el piso de la caverna, proyectada por la luz del atardecer. Me di vuelta lo más rápido que pude, pero no podía ver nada. Sólo su silueta se dibujaba en la intensa luz del Sol. Me asusté mucho, y llené mis pulmones para gritar. No me importaba si estaba lejos, tenía una voz muy potente cuando me lo proponía.
El hombre se movió rápido, y se arrodilló al otro lado del tronco. Su mano fue directo a mi boca, impidiéndome gritar. Me desesperé, pero en el momento nada útil me vino a la mente.
- Por favor, no grites –me susurró una voz profunda y dulce. Mi respiración se agitó. Me recordaba a… no! Imposible.- Sólo me estoy escondiendo, me iré en un minuto, pero por favor, no me delates. –me suplicó. Sonaba realmente desesperado, así que un poco de piedad me invadió. Quizás alguien quería lastimarlo, o algo así. Asentí con la cabeza y su mano se movió lenta y dudosa hasta dejar de tapar mi boca.
- Gracias –ahora parecía aliviado y sincero. No estoy segura de porqué, pero me inspiraba mucha confianza.
- No hay problema. Yo también me estoy escondiendo ¿tú de que escapas? –Todavía no podía ver su rostro claramente, pero me pareció que fruncía el ceño.
- Gajes del oficio –se limitó a contestar- ¿Y tú?
- Sólo quería estar sola un rato.
- mmm… siento interrumpirte. De verdad que no te molestaré. Me quedaré en una esquina hasta que se ponga oscuro, y luego me iré, no te preocupes.
- No dije que me molestaras.
Sólo levantó la pierna para pasar por encima del tronco y se dirigió a lo más alejado de la cueva.
- ¡Maldición! –lo vi pararse en un pie para mirar la planta del otro. Ahora que se paraba a la luz podía ver que llevaba unos jeans mojados y una camiseta blanca que se pegaba a su pecho a causa del agua que la empapaba. Llevó su mano a la plata del pie y la sacó rápido, quejándose un poco.
- ¿Qué te pasó? –le pregunte.
- Nada, no te preocupes.
Se quejó de nuevo y se sentó en el piso acercándose el pie a la cara, como si quisiera verlo de cerca. Al parecer, se había clavado algo. Dejé mi computadora a un lado y me paré para acercarme a él, mirando fijamente el piso para que no me pasara lo mismo. Sólo las personas tropezamos dos veces con la misma piedra.
- A ver, muéstrame –le pedí, extendiendo la mano, arrodillándome a su lado con la vista fija en su herida. Parecía profunda. Un vidrio que parecía afilado sobresalía de su talón, haciendo que sangrara. Primero lo soplé, para quitarle los restos de arena.
- No te muevas. –Tomé el vidrio y lo saqué. Fue fácil, ya que era un pedazo bastante grande, y lo podía agarrar con los dedos. Pensé en buscar mi bolso, pero no tenía nada de tela ahí. Ni un pañuelo, ni una camiseta, nada. Y yo sólo llevaba puesto mi traje de baño de dos piezas y un pareo atado a la cadera. Así que me incorporé sobre mis rodillas y me quité el pareo para luego enrollarlo y atarlo a su pie, cubriendo la herida.
- Ya. Eso debería servir.
- Gracias –me contestó. Sonreí y lo miré a la cara por primera vez. Casi caigo muerta. Por eso su voz me sonaba tan familiar. No era común, y no estaba desvariando cuando pensé en el parecido. Tragué en seco y me aclaré la garganta mientras mis labios se movían sin recordar cómo se emitían los sonidos.
- Eres… -hay, ¡Dios!- eres…
- Taylor Lautner –Y extendió la mano para que se la estrechara, sonriendo y mirándome directamente a los ojos. Tuve que tomar aire para no caer muerta en ese mismo lugar. Le agarré la mano, pero no recordaba cómo me llamaba. Algo con K, ¿no?
- K-K-Kokoro –tartamudeé. No me soltó la mano. Sólo apoyó la suya sobre su pierna, llevando la mía con ella. Me quedé con la vista clavada en su mano sosteniendo la mía hasta que habló de nuevo.
- Que lindo nombre… original. –Creo que sonreí.
- Gracias –me aclaré la garganta. Miles de veces me había imaginado este encuentro. Siempre bromeaba con las chicas sobre saltarle encima y cosas así… pero ahora que lo tenía enfrente me sentía indefensa. No sabía cómo actuar. Seguro gritarle que lo amaba e intentar quitarle los pantalones hubiera sido un poquito agresivo. Me mordí el labio. Debía decir algo, cualquier cosa. Tenía que entablar una conversación, conocerlo. Le di vuelta a todos los cajones de mi cabeza, pero sólo salían cosas poco interesantes, propuestas de matrimonio y confesiones absurdas.
- Bueno, Kokoro –señaló su pie con la mirada- Gracias a ti –me estremecí ligeramente. Adoré la forma en que dijo mi nombre. Y le agradecí a Dios internamente porque mi amiga me arrastrara a la playa hoy, y por la cueva escondida, y por lo que sea que fuera que lo había mandado aquí conmigo. Y de pronto me vino a la mente su frase: “gajes del oficio”.
- ¿Puedo preguntarte algo? –Asintió con la cabeza- ¿Cómo llegaste aquí?
- Bueno, estábamos haciendo una sesión fotográfica. La idea era hacerla en una playa privada, pero al fotógrafo no le gustaba… creo que dijo “la forma en que combinaba el cielo con el mar” o algo así –imitó una voz más aguda mientras pronunciaba la frase de su fotógrafo. Luego rodó los ojos y nos reímos.
- ¿Así que te escapaste de él? –le pregunté. Movió la cabeza de un lado al otro, negando.
- No, es que se comenzó a juntar gente… mucha gente.
- Ahh…
- No me malentiendas, siempre estoy feliz de recibir a los fans, y dar autógrafos y esas cosas, pero…
Negó de nuevo con la cabeza y miró a un punto fijo en el piso. Parecía que no iba a seguir hablando, así que insistí.
- ¿Pero? –me miró de nuevo. Parecía que había tenido la esperanza de que pasara por alto esa palabra. Se encogió de hombros.
- Es sólo que hacía tanto que no estaba tranquilo un momento ¿sabes? Con los ensayos, las filmaciones, las entrevistas. Arg! A veces es demasiado.
- Sé a qué te refieres. Bueno, no, en realidad no –se rió-. Nunca filmé una película o di una entrevista, pero quiero decir… conozco la sensación. La de querer escapar.
- Si… -susurró, como si hubiera dado con la palabra correcta- aunque sólo sea por un momento.
Asentí con la mente perdida en buscar una forma para tranquilizarlo. Para hacerle saber que podía relajarse, aunque fuera por unos minutos.
- Bueno, y ¿tú de qué te escapabas? Nunca me contestaste. –Tenía razón, había evadido la pregunta. El dedo pulgar de la mano con la que sostenía la mía, comenzó a pasearse de arriba abajo por mi piel. Era tan suave, tan agradable…
- De nada –le dije mientras negaba con la cabeza. Levantó una ceja, escéptico-. Bueno, de nada específico. –Me tomé un segundo para que mi cerebro recordara cómo respirar normalmente- De todo, en realidad. Sólo quería… que el mundo se detuviera un rato.
- ¿Para poder alcanzarlo?
- Exacto.
- Si, se a qué te refieres. –Dijo imitando mis palabras de hacía un rato. Sonreí. No podía evitarlo cuando mostraba esos dientes blancos y perfectos. Me sonrojé cuando se me quedó mirando un rato. Seguía intentando convencerme a mi misma de que saltarle encima sería una mala idea, y su mirada no me ayudaba en nada.
- ¿Qué? –le pregunté al fin. Ya me estaba constando bastante controlarme como para que me mirara con esos ojos de cachorro.
- Nada –sonrió más-. Es que pensé… no se. No te había imaginado así. Con los pies en la tierra.
¿De que carajos estaba hablando? ¿Me había imaginado? Seguro no le entendí bien. Así que elaboré una complicada respuesta para que me explicara lo que acababa de decir:
- ¿Qué? –ok, ok… quizá no fuera complicada, pero era todo en lo que podía pensar en el momento.
- Bueno, cuando llegué estabas navegando en una de las páginas que suelo leer… Kokoro’s Room?. –Sonó como una pregunta, pero no lo era. Un ataque amenazó con colarse por mi pecho cuando dijo el nombre de la página. Seguro lo había leído y estaba jugando conmigo.
- ¿Perdón?
- Si, primero pensé que eras una fan del blog. Pero cuando dijiste tu nombre, bueno… -se quedó callado por un segundo- No es muy difícil deducir que es tu página. Digo, “Kokoro” no es un nombre muy común que digamos.
Sonreí como boba mientras hablaba, no podía creer lo que me decía. Seguro era una cámara escondida o algo como eso. Y para colmo, estaba bastante segura de que mientras hablaba comencé a hacerme adicta al sonido de su voz. Era más profunda que en grabaciones o entrevistas. Sonaba tan… sexy.
Taylor’s POV
Sólo se me quedó mirando. Ni siquiera estaba seguro de si me había escuchado a no. Su cara se tornó completamente roja y entonces me mordí la lengua. No debí haberle dicho que sabía que escribía lemmon sobre mí. O mi personaje, lo que fuera. Probablemente la había avergonzado. Decidí seguir hablando, para ver si tenía mejor suerte esta vez, y dejaba de decir estupideces.
- No me malinterpretes, de verdad me gusta cómo escribes –le dije, poniendo mi mano en su barbilla para que tuviera que mirarme. No debí haber hecho eso. Era demasiado suave, y todo en lo que podía pensar ahora era reemplazar mis dedos con mis labios para asegurarme de que mi tacto no estaba atrofiado o algo así. Intenté concentrarme para seguir hablando, habían pasado unos segundos desde que había dicho la última palabra, fuera cual fuera, no lo recordaba.
Media sonrisa se asomo por su rostro y el impulso de mi mano de tocar esos labios carnosos fue más fuerte que yo. Así que mi dedo pulgar se deslizó por su labio inferior, comprobando que –si es que fuera posible- era más suave que el resto de su piel.
Suspiré y cerré los ojos. No quería que pensara que acosaba así a las demás fans. Estaba más nervioso de lo que había estado presentándome ante miles de personas y cosas así. Quizás era por que de verdad me gustaba esta chica, y no sabía como hacerle entender eso sin que pensara que lo hacía para meterme en sus pantalones… o bikini, como sea.
Intenté aclarar mi mente un poco y decirle algo para que supiera que no era común que hiciera esto. Bueno, por lo menos con tanto romance. No era un santo, pero las mujeres siempre sabían cuáles eran mis intenciones. Salvo que ahora no tenía “malas intenciones”, sólo quería besarla, y tocarla, y acariciarla… sacudí mi cabeza como un perro y abrí los ojos. Ella había tumbado la suya sobre mi mano y sus enormes e hipnotizantes ojos estaban cerrados. Gracias a Dios, no podría haber hablado de otra cosa si me hubiera estado mirando.
- De hecho, soy un seguidor. –Le sonreí mientras sus ojos y su boca se abrían por la sorpresa. Era cierto. La seguía desde hacía meses atrás, cuando buscaba algo en mi laptop que sirviera para distraerme entre escena y escena de la grabación de Luna Nueva. Resulta que leer lemmon de uno mismo es bastante excitante.
Excepto que no me gustaba que fuera con la tal Nessie. El personaje siempre me había parecido algo forzado. Pero eso no tardó en arreglarse. En cuanto había visto su foto en la página, ella había reemplazado a la imprimación en mis fantasías. Pero ahora seguía sin hablar. Me mordí el labio cuando suspiró, controlándome un poco.
- Creo que eres una de las mejores escritoras que he conocido. –Agregué. Sonreí de nuevo cuando la noté sonrojarse. No lo había notado, pero mis dedos seguían acariciando su cara. Era automático, no podía evitarlo.
De repente se separó bruscamente, y me di cuenta de que nos habíamos acercado cada vez más el uno al otro. Alejó mis manos, sacudió la cabeza y murmuró algo que no pude entender bien. Algo acerca de ¿una loca dormida bajo el Sol? No tenía sentido.
- Lo siento, no te entendí. –Se agarró a cabeza con las manos.
- Que hay dos opciones: finalmente me volví loca, o me quedé dormida bajo el Sol y la insolación provoca alucinaciones. ¡Hay! ¡Ni siquiera debería haberte contestado! ¡No existes!
Me reí y me miró de reojo, como pensando algo muy seriamente.
- O quizás me golpeé la cabeza, la caverna estaba tan oscura. Debí quedar inconciente. Un sueño. Eso eres. Seguro eres un sueño. –Hablaba más consigo misma, que conmigo. Pero de todas formas escuchaba lo que decía y seguía su mirada con los ojos. Alargué el brazo e intenté tocarla, pero se encogió y se puso de pié de repente. Por desgracia no recordó que estábamos en un extremo de la cueva en el que el techo era bajo, y se golpeó fuerte contra él.
Este lugar era peligroso. Se quedó quieta una milésima de segundo, y luego vi como se doblaban sus rodillas, así que extendí los brazos para que no se desplomara en el suelo. Quedó atravesada en mi regazo, uno de mis brazos pasando por debajo de su cuello para que su cabeza no llegara al piso.
- ¿Lo ves? Ahora sí te golpeaste la cabeza –le dije cuando comprobé que no estuviera inconciente. Sonrió avergonzada y se movió un poco, como intentando incorporarse. Pero cuando lo hizo, frunció el ceño y dejó escapar un pequeño quejido, llevándose una mano a la cabeza.
- ¿Qué? ¿Qué? –le pregunté bastante ansioso mientras inspeccionaba su cabeza por sangre o una herida abierta. Pasé mis dedos por su cabello y luego los miré a la poca luz del Sol que ya se estaba escondiendo afuera. Hice eso varias veces, buscando, pero me alivié cuando no encontré nada.
Y de repente tomé conciencia de que mis dedos se paseaban por su cabello, y que mi cara estaba sólo a centímetros de la suya. Su respiración me golpeó y supe que estaba perdido. Busqué sus ojos para ver si no estaba enojada o algo así. Era bastante temperamental. Me estaba mirando directamente, su brazo todavía arriba de su cabeza, con la mano perdida y relajada en su pelo. Mis dedos se movieron por ahí un par de veces más y luego bajaron rozando su oreja y hasta la línea de su mandíbula. No pude evitarlo. Me incliné sobre ella y probé sus labios suavemente, más tímido de lo que recordaba haber sido alguna vez con una chica.
Su brazo bajó y su mano se posó en mi cara, estirando el cuello y volteando un poco para hacer que el beso se volviera más profundo. No estaba alucinando antes. Sus labios eran tan suaves como había pensado… más inclusive. Pasé mi lengua por ellos, sintiéndola estremecerse y memorizando la sensación.
La tomé por la cintura con una mano y la cadera con la otra, y medio la levanté para recostarla unos centímetros más lejos y poder arrodillarme en el piso. Todo lo que quería era sentirla debajo de mí, así que en cuanto jadeó por el inesperado movimiento me lancé a su cuello, probando su piel, la piel que me había vuelto loco tantas veces en las fantasías que –ahora sabía-, nunca le habían hecho justicia.
Volví a su boca y nos quedamos así un rato, nuestras lenguas entrelazándose hasta que el Sol se ocultó totalmente y tuve que volver a acostumbrarme a la falta de luz. Como fuera, quizás la vista no me sirviera de nada, pero todavía tenía el tacto.
Mis manos se pasearon por las partes de su piel que estaban al descubierto. Bendito fuera el bastardo que inventó los trajes de baño de dos piezas. Sonreí contra sus labios por la forma en que su respiración se había agitado, y bajé mi boca por su cuerpo, pasando por su cuello y deteniéndome un segundo en su clavícula. Esa era una de las partes de la mujer que más me gustaban… bueno, además de las obvias. Seguí bajando, moviéndome con los labios y la lengua sobre lo que sobresalía de su pecho por el generoso escote. Di besos ahí y luego metí mi lengua un poco debajo de la tela para sentir parte de su pezón.
Deseé poder arrancar la tela y hacerla añicos, pero temí ahorcarla con los breteles, así que sólo seguí disfrutando la parte que sí estaba al descubierto. Arqueó su espalda y sentí su pezón entero en mi boca. Se había escapado y ahora podía saborearlo a mi voluntad. Primero lo rocé con mi lengua y lo rodeé con mis labios, y luego lo atrapé entre mis dientes cuando un sensual “mmm” se escapó de sus labios.
La mano que no usaba para apoyarme bajó por su cuerpo y se paseó por la parte de adentro de sus muslos. Arqueó más la espalda y lo tomé como una invitación. Y aunque no lo fuera, ya no podía pensar con mucha lógica. La mujer era más sensual que cualquier otra que hubiera conocido. Quizás era mi imaginación, pero me parecía que me provocaba a propósito con cada pequeño gemido que emitía.
Metí la mano por detrás de su espalda y tiré del hilo que ataba ese -ya molesto- traje de baño violeta. Cuando notó lo que hacía se incorporó solo un poco para facilitármelo. Lo quité por encima de su cabeza y luego volví a besarla. Llevando una de mis manos a su pecho. Primero sólo lo acaricié, pero cuando tiró la cabeza hacia atrás, asumí que quería que avanzara tanto como yo.
Volví a recostarla contra la arena, poniendo una de mis piernas entre las suyas, y bajé mi boca a sus senos, que ahora eran todos míos. Mi mano volvió a la suave piel que cubría sus muslos. Subí por ahí hasta sentir el único pedazo de tela que le quedaba. Moví mis dedos un poco mientras mi boca volvía a la suya. Ya me picaban los labios por la ansiedad de sentir los suyos.
Se estremeció de nuevo y su mano se enredó en mi cabello seductoramente. Por suerte, no había tenido que usar la molesta peluca para la sesión de hoy. Levanté la vista y la miré con cara de inocente.
- ¿Tienes frío? –le pregunté en un tono que se ajustara perfecto con mi cara de “yo no fui”. Tragó en seco y me miró mientras una de sus manos seguía jugando con mi cabello y la otra apretaba uno de mis hombros.
- Ahora que lo mencionas, ya oscureció. Quizás deberías sacarte esa ropa mojada.
Sonreí.
- Definitivamente. –Se mordió el labio y puso una mano en mi estómago, entre la tela y mi piel. El dolor de desearla tanto se volvió físico. Tenía que ser mía. Tomé aire para calmarme y me arrodillé para quitar mi camiseta por encima de mi cabeza. Creo que me hice un lío en el cabello, pero ya no podía importarme menos. Sacó su pierna de entre las mías y la puso al otro lado de mi cadera, provocándome todavía más. Seguro sabía lo que hacía, porque todo lo que pasaba por mi mente me impedía desaparecer los estúpidos pantalones. Ahora los botones se rehusaban a abrirse de una buena vez.
- Deja. –Puso su mano sobre la mía y me movió los dedos para poder deshacer los botones como por arte de magia. Sonreí y me pasé las manos por el pelo mientras metía las suyas entre la tela y mi piel de nuevo, esta vez, a los lados de mi cadera. Cerca, muy cerca, de donde yo quería que las pusiera.
Cuando los pantalones cayeron alrededor de mis rodillas, solo se quedó viéndome, con sus ojos y su boca abiertos, sensuales y tentadores. Su mano subió por mi pierna de nuevo y me rodeó con los dedos. Apreté los ojos cuando sentí su lengua resbalar por la punta de mi miembro, moviéndose lentamente y haciendo que me volviera loco. Ya no estaba en mis cabales, y sólo bastó que sus labios me rodearan para que la cabeza me diera vueltas. Gemí, un sonido entre placer y ansiedad y levantó la mirada hacia mí, separando su cara de mi piel. Aproveché para agacharme de nuevo y empujarla contra el piso. Quería tenerla, y lo quería ahora.
Me apreté contra su cuerpo y recordé que no tenía preservativo. Gemí e intenté concentrarme cuando sus labios atraparon el lóbulo de mi oreja.
- Mmm… -hay, palabras, palabras, no recordaba ninguna. Me aclaré la garganta- Koko… -la única palabra que me gustaba pronunciar ahora. No quería decir algo que me impidiera hacerla mía, pero tampoco planeaba dejar embarazada a la chica en nuestra primera noche, no era tan idiota.
- ¿Mmm? –me contestó. Luché porque algo de mi sangre volviera a mi cerebro. Necesitaba ser coherente.
- No tengo preservativos –solté suspirando.
- No importa, tomo píldoras –juro que casi lloro y grito del alivio. Aunque no lo hice, no hubiera quedado muy masculino de mi parte. Me apreté más fuerte contra su cuerpo y sentí la tela de su traje debajo de mí. Bajé la mano entre nuestros cuerpos apretados como pude, y corrí la tela a un lado, sin molestarme en quitarla. No quería interrumpir la forma en que su lengua jugaba con mi cuello.
Soltó un grito cuando comencé a abrirme paso en ella, y casi pierdo el control de la mano que se apretaba a su cintura. La noté húmeda y caliente, preparada y esperándome. La sensación me envolvió otro poco cuando empujé de nuevo. Me mordí el labio y volví a hacerlo. Todavía no había entrado completamente. Sentí sus uñas clavarse en la piel de mi espalda y me quedé quieto cuando me noté profundamente en su interior.
Escondí la cara entre sus pechos para disfrutar de su aroma mientras la sentía acomodarse a mí de a poco. No era deforme ni exagerado, pero era bastante grande, y las chicas solían necesitar un momento para acostumbrarse. Así que esperé a que su corazón aminorara la marcha y sus músculos se relajaran un poco. Me esforcé mucho por contenerme y esperarla. No quería hacerle daño.
Escuché cómo soltaba el aire que tenía acumulado en su pecho. No había notado que no respiraba. Subí la mirada buscando la suya y el deseo que desbordaba de sus ojos me dio permiso para moverme de nuevo.
Con todo el autocontrol del que fui capaz, me alejé y volví a entrar mirándola a los ojos y cuidando la intensidad con la que su ceño se fruncía, atento a que la expresión de placer cambiara para convertirse en una de dolor. No lo hizo, así que me moví de nuevo, esta vez con más confianza, más decidido.
Se relamió los labios y soltó un “Tay” envuelto entre un par de gemidos susurrados, que hizo que me saliera de mis cabales. Me incrusté en ella una vez más, ahora demostrando la urgencia que me provocaba su cuerpo. Gimió de nuevo y fue demasiado para mí.
Comencé a moverme más rápido, apretándola contra la arena con fuerza con cada embestida. No me preocupó cuando cerró sus ojos, apretando los párpados, porque sabía que lo estaba disfrutando. Incluso aunque fuera brusco, incluso aunque le doliera. El placer se escapaba de su boca cada vez que decía mi nombre entre gemidos.
Jugué con sus pechos y lamí sus pezones, provocando que arqueara la espalda y me permitiera clavarme completamente en su interior. Cerré los ojos y apoyé mis labios en su cuello, atrapado por lo que me provocaba.
Sus piernas rodearon mi cintura, seguras. Sólo titubearon cuando la arremetí con más fuera por la sensación de sus piernas envolviéndome, su olor embriagándome, sus labios jadeando al ritmo de mis movimientos. Su cadera comenzó a moverse en círculos, restregándose contra las mías. Trague con dificultad y luché por pensar en otra cosa.
- Tay… -se interrumpió para volver a gritar. No imaginé mejor forma de escuchar mi nombre. Y dije lo único que me venía a la mente en el estado en el que estaba.
- Koko… -volví a besarla en los labios y la sentí estremecerse completamente. Entendí que estaba a punto de venirse, así que aumenté la fuerza y la profundidad con la que la penetraba. En cuestión de segundos estaba conteniendo la respiración y clavando más sus uñas en mi espalda. La sentí estrecharse a mi alrededor y apretar mi cuerpo con sus piernas.
Sus facciones contraídas y el gemido estremecedor que se escapó de su pecho me llevaron con ella. Ya no resistía el placer que me provocaba. Comencé a venirme mientras cerraba los ojos, concentrándome en escuchar el aire escapando de sus pulmones, todavía adaptándose al ritmo en que me movía contra ella.
Bajé la velocidad en el punto en el que perdí el control de mi cuerpo y finalmente me quedé quieto después de unos segundos. Sus manos se relajaron de a poco, sus uñas seguro habían dejado marcas en mi espalda. Adoraba pensar eso. Después de unos minutos, sus dedos se movieron tiernos por mi cabello, muy despacio, mientras su pecho seguía subiendo y bajando debajo de mí.
Me quedé con los ojos apretados y la frente apoyada en su pecho, sobre el hueco de su garganta. Estaba intentando recuperar el aire y la cordura, pero ambos me los había robado mi diosa, así que me limité a besarla de nuevo en los labios. Ahora más suavemente, justo como la primera vez. Me alejé y el viento frío me golpeó fuerte. Quizás fuera por el sudor, o por el calor de su cuerpo contra el mío.
Caí a su lado, todavía jadeando. Tragué en seco y volteé mi cara para verla. Su mano estaba apoyada en su pecho, que subía y bajaba frenético, su mirada clavada en el techo y una enorme sonrisa en su rostro. Sonreí y me puse de costado para verla. Después de un rato me miró y se sonrojó un poco. Se veía adorable, su cabello alborotado y su piel llena de arena. Me miró con cara de nostalgia, aunque la sonrisa no se borraba de su boca. Por eso su expresión se volvió agridulce. Era la misma sonrisa que adoptaban las chicas una vez que sabían que me iría y nunca más las vería.
Pero esta vez era diferente, no quería irme. No podía dejar que se escapara de mi vida. La había deseado por mucho tiempo, y nunca podría haberme imaginado que me gustaría tanto, ni que me sentiría tan atraído hacia ella.
- ¿Quieres ir a cenar? -Le pregunté. Fue lo único que se me ocurrió, y mi estómago rugía por el… ejercicio. Asintió, su sonrisa volvió a ser alegre y satisfecha.
- Aunque quizás pudiéramos nadar un rato primero –cambié de planes cuando bajé la vista y me vi envuelto en arena y sudor. Rió un poco al verme y nos pusimos de pie para salir de la cueva, que me había cambiado la vida, y acercarnos al mar.
Estaría por siempre en deuda con ese lugar. Me había traído hasta ella, y había hecho que se fundiera a mí en cuerpo y alma. Ahora estaba atrapado y feliz de entregar mi libertad. Porque sabía que jamás dejaría de amarla. Aunque no pudiera decirlo en voz alta, aunque no quisiera estropear el momento abriendo mi bocota, sabía que la amaba con cada parte de mí. Y no descansaría hasta que ella sintiera lo mismo.
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Jeje, espero que te guste mi Alpha, de verdad te quiero muchísimo. Me cambiaste la vida, muy feliz cumple! espero que todos tus deseos se hagan realidad. Wow, que cursi que sonó eso! Pero bué... jajaja, así salió. Muchos besos!!!!
4 comentarios:
natyyyy j aja j esta hermoso! besitosss!
esperemos que a koko le encanten todos sus regalos:P
Koko no podrá dormir esta noche.
Es mi Naty celestial "loba de las pasiones", que del terrenal mundo se elevó y allí con ella a todas nos llevó. Besotes miles
Mi Naty siempre tan espectacular!!!!
Koko se va a volver loka o mejor dicho mas loka jajajajajajaja.
Besos.
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