Disclaimer: La mayoría de los personajes son de Stephenie Meyer, y muchos otros son mis versiones de ustedes, mis NTLS! Jajaja!
Summary: Somos el clan latino, y Joy está por cumplir años... hay que organizarle una fiesta, pero a quién podemos invitar??? (adivinen!)
Advertencia: Rating M
Capítulo VI: “Los Juegos”
Mer POV
Joy insistió en ir a darse una ducha antes de bajar –casi pataleó, debo decir-. Así que Naty y yo bajamos, mientras ella se cambiaba de ropa. Estaba con la molesta idea de que olía a zorrillo, así que no tuvimos otra salida que entretener un rato a los invitados mientras ella se bañaba.
Mejor para nosotras. Eso me daría tiempo para poner en marcha mi plan. Cuando bajamos, Emmett me regaló una sonrisa muy linda, entre picara y seductora, pero con un toque un poco infantil que me volvió totalmente loca. Naty se fue a hablar por un momento con Seth y Robin, así que tendría tiempo de hacer esto sin que nadie sospechara. Estaba bastante segura de poder cuidar mis pensamientos por el tiempo que necesitaba para poder darle una pequeña sorpresa a Joy y Edward, pero no podía hacerlo sola.
Tomé un papel y lo doblé a la mitad. Escribí un par de líneas en la parte de arriba y luego otras en la parte de adentro. Me acerque a Emmett y se lo di.
- No lo leas hasta que te guiñe un ojo. –Le susurré al oído lo suficientemente bajo para que nadie más me escuchara. El sólo sonrió y asintió enérgicamente. Al parecer, era tan juguetón como aparentaba ser.
Hice lo mismo con otro y se lo entregué a Naty, dándole las mismas indicaciones. Ella solo asintió y guardó la nota en su bolsillo.
Luego me dispuse a no pensar en absoluto en lo que había escrito en ese papel, ni en nada que se relacionara con ello. Me mordí el labio. Sólo se me ocurría una cosa para mantener a Edward alejado de mi mente… su hermano. Me senté sola en un sillón y me dediqué a imaginármelo en las más atrevidas formas posibles. Después de un rato, Edward puso mala cara y se alejó de mí unos metros. No creo que eso ayudara, aún parecía que iba a vomitar… si es que hubiera podido.
Robin POV
Después de lo que parecieron solo unos minutos charlando con Seth, Naty se nos acercó para ver cómo estábamos. Esperé que no sintiera mi frustración. Habían pasado ya casi dos horas de haberlo conocido, y él no me había tocado ni una sola vez.
Ya me empezaba a sentir un poco rechazada… quizás no era su tipo. De reojo veía cómo Jake aprovechaba cada oportunidad que tenía para tocar a Kokoro… y ella a él.
Y yo, en el único intento que había hecho para tocarlo, él había retirado la mano disimuladamente. Simplemente no lo entendía. Me miraba como si le gustara, y me hablaba como si estuviera interesado, pero por alguna razón había decidido que no hubiera contacto entre nosotros.
- Hola chicos, ¿cómo la están pasando? –Dijo Naty cortando el hilo de mis pensamientos. A juzgar por su cara, ya había notado lo contrariada que me sentía. Pero por suerte, sabía que no diría nada. Al menos no ahora, no delante de él. Eso me hizo pensar en que quizá después podría preguntarle sus sentimientos hacia mí. Y eso me alivió un poco. No tenía porqué estar insegura. Sintiera lo que sintiera, yo lo sabría tarde o temprano.
- Muy bien, muchísimas gracias. La comida estaba muy buena. –le dijo con un tono muy amistoso. Sonreí al pensar en qué tan rápido seis lobos, habían bajado las provisiones para más de veinte personas que había ordenado para la fiesta. Quizás debería haber tenido en cuenta que un solo lobo comía como cinco personas normales… definitivamente lo tendría en cuenta para la próxima.
- Ahora que lo mencionas, me sorprende que todo se terminara tan rápido… -le contestó Naty haciendo eco de mis pensamientos. Me miró a mí, luego a Seth, y luego a mí de nuevo. Sus ojos parecían querer llorar. Suspiró profundo y cerró los ojos mientras hablaba- ¿Por qué no van ustedes dos a comprar algunas cosas más?
Wow, ¿Naty dejándome a solas con un chico? ¿Con un lobo? ¿¿¿Con Seth??? Era la mejor idea que hubiera escuchado en mi vida. Casi tuve que agarrarme del almohadón del sillón para no saltar de la alegría. Era increíble. Pero debía calmarme. Hasta para alguien sin el poder de Naty sería obvio lo bien que me cayó la sugerencia.
Mer se acercó para darle algo a Naty y susurrarle algo en el oído que no llegué a escuchar. No le presté mucha atención. Yo me aclaré la garganta y Seth tragó en seco, parecía nervioso. Eso pinchó mi burbuja y otra vez caí en la duda. ¿Estaría nervioso porque le gustaba, o porque no le gustaba y era muy evidente que a mí sí? Era probable que sólo accediera para no hacerme sentir mal… Pero lo averiguaría tarde o temprano, me repetí a mi misma. Solo era cuestión de tiempo.
- Claro, no hay ningún problema. Pero Seth no tiene que venir, no debería perderse la fies-
- Quiero ir. –me interrumpió.
- Bueno, si quieres -le dije intentando sonar desinteresada, pero mi sonrisa fue demasiado transparente. Me puse de pie y él me imitó. Naty se acercó a donde estaba sentada Mer y sacó bastante dinero de uno de los cajones del armario. Me lo dio sin ver cuánto era y me dijo que tuviera cuidado. Siempre lo hacía.
- Yo la cuidare. –Dijo Seth muy solemne- Nada malo le pasará mientras esté conmigo. –Agregó mirándome a mí. Sentí que las piernas se me hacían de gelatina y el corazón se me aceleraba. Era lo más tierno que había escuchado en mi vida. No estoy muy segura, -por que estaba en las nubes-, pero creo que le sonreí. Me alisé un poco lo que llevaba puesto, guardé el dinero y me dirigí a la puerta con Seth haciendo el papel de mi sombra.
Edward POV
Me estremecí de nuevo cuando a Mer se le ocurrieron más formas de… pasar el tiempo con mi hermano. No creía que fuera apropiado pensar esas cosas en mi presencia. Incluso sabía sobre mi poder. Era muy desconsiderada. Intenté bloquearla todo lo que pude, pero no había ningún tema seguro en el cual concentrarme. Todo lo que me venía a la mente era Joy. Podía escuchar el agua de la ducha repiqueteando contra su cuerpo. Me concentré en su mente y en ver lo que sus ojos veían. Sabía que no era caballeroso, pero no podía evitarlo. Ver sus manos enjabonando su cuerpo era demasiado tentador.
Tragué en seco y me senté cerca de Jasper. El pobre ya no daba más de la ansiedad. Y yo no estaba ayudando. Apreté con la mano el apoyabrazos del sillón en el que estaba sentado, intentando controlar el impulso de subir y reunirme con mi sueño. En el momento en el que salió de la ducha y comenzó a secarse delante del espejo, gruñí por lo bajo y mi mano atravesó la madera dejando pequeñas virutas en mi mano. Jazz me golpeó el hombro con el puño. “¡Contrólate! ¡Me estás volviendo loco!” fue todo lo que pensó. Asentí avergonzado y respiré hondo para intentar calmarme.
“¡Por todos lo cielos, no puedo con todo esto!” Pensó una voz de mujer. Me volteé y vi a Naty con los ojos cerrados y la cabeza entre las manos. Y era lógico, debía ser difícil soportar algo así. Sólo entre Mer y yo ya debía ser más que suficiente para torturar a cualquiera con ese poder. Y agregándole a eso los lobos… realmente no la envidiaba.
Me sentí culpable. Estaba a punto de salir a tomar aire y despejar mi cabeza un poco cuando Mer se puso de pie y empezó a hablar. Intenté concentrarme en lo que salía de sus labios. No quería escuchar nada más que proviniera de su mente.
- Chicos, si me prestan atención, por favor… -dijo hablando en voz bastante alta, interrumpiendo las conversaciones que se habían formado- Tenemos planeadas algunas actividades para la fiesta, y me gustaría que comenzáramos con la primera.
Sonrió maliciosamente y me miró por una milésima de segundo. Luego su vista fue a parar a Emmett de nuevo.
- ¿Qué les parece si jugamos una partida de “Verdad-Consecuencia”?
Todos asintieron y sonrieron. La mayoría de las mentes estaban entusiasmadas, sólo un par de personas encontraron irritante la interrupción. El híbrido estaba a punto de sacar a bailar a la loba con la que había imprimado, y eso pareció molestarle bastante. Me reí para mis adentros mientras todos nos acomodábamos para quedar sentados en una especie de ronda. La mayoría de nosotros tuvo que correr los sillones y sillas en las que estábamos, para adecuarnos al “círculo”. Cuando nos terminamos de acomodar, yo quedé con Jasper a un lado –con la esperanza de que pudiera calmarme un poco- y uno de los lobos al otro. Quería alejarme lo más posible de Mer.
Por fin escuché la puerta de la habitación cerrarse y los pasos de Joy por el pasillo. Mi cabeza saltó como resorte para mirar las escaleras. Cada segundo se volvía semanas hasta verla de nuevo. Y finalmente ahí estaba. Si había estado perfecta antes, ahora definitivamente era una alucinación. Se había puesto un vestido negro largo y al cuerpo que marcaba todas sus curvas.
Vi de reojo cómo Jasper se ponía tenso en su silla, pero en este momento no podía importarme menos. El vestido llegaba hasta sus tobillos -justo hasta las sandalias de tiras y tacos altos que adornaban sus pies-, pero un tajo que llegaba hasta su muslo hacía que se lucieran sus piernas largas y torneadas.
Mi respiración se agitó y tuve que dejar de respirar para que nadie notara las increíbles ganas que tenía de salir corriendo y tumbarla en esa misma escalera. Seguí subiendo la vista por su cuerpo, y llegué al escote del vestido. En realidad no era muy pronunciado, tenía una fina caída en “buche” que hacía que se viera muy fina. Se me hizo agua la boca de solo imaginarme quitándoselo.
Bajó la escalera muy lentamente y luego se sentó cerca de Mer, en la única silla que había quedado vacía. Se cruzó de piernas sensualmente y luego Mer se aclaró la garganta para empezar.
- Bueno… -miró todas las caras de la ronda como intentando decidir a quién elegir. Me hice pequeño en la silla para que no me eligiera. No sería buena idea abrir la boca en este momento, no estaba en pleno uso de mis facultades mentales- ¿Emmett, que tal si empiezas?
¿¿¿Le guiñó el ojo???
- Si, seguro. –contestó mi hermano con una sonrisa que yo conocía demasiado bien. Aquí había gato encerrado.
- ¿A quién escoges? –Preguntó la vampiresa con tono inocente.
- ¡Edward! –Prácticamente lo gritó. Ya sabía yo que algo malo estaba por venir. ¿Por qué no podía quedarme ni cinco segundos mirando cómo el tajo del vestido de Joy hacía que la tela se deslizara por su piel, dejando sus piernas al descubierto? Miré a mi hermano de la peor forma posible y el gritó en mi cara “¿Verdad o consecuencia?”
Lo pensé. Conociéndolo, si decía “verdad”, era muy probable que indagara sobre mi vida sexual. Eso era algo sobre lo que no estaba dispuesto a discutir con él, y menos en público.
- Consecuencia. –Le contesté. Sabía que lo lamentaría-
- ¡¡¡Te reto a que hagas un strip tease delante de todos!!! –casi me atraganto. Si tuviera sangre ya estaría hirviendo. Estaba a punto de abrir la boca para protestar cuando me interrumpió Naty, que levantaba las manos como si intentara frenar un auto y negaba con la cabeza.
- Esperen, esperen, esperen. Lamento decirles que aquí hay menores, y les agradecería enormemente si mantuvieran esto en privado.
Solté el aire que había guardado para gritarle a Emmett, aliviado por no tener que hacer un ridículo público.
- Emmett… ¿Qué te parece si sólo lo presencia la cumpleañera? –le dijo con un tono sereno. Intenté disimular la sonrisa, pero no tuve mucho éxito. Miré a Joy, pero ella tenía la vista clavada en Mer. También la miré. “¡Sorpresa!”, me gritó en su mente. Yo sólo agrandé mi sonrisa. Por eso había estado pensando tanto en Emmett, era para que no le leyera la mente. Debo admitir que había sido una buena idea. Aunque más torturadora de lo necesario.
- ¡Sí! ¡Seguro! –mi hermano mostró su acuerdo en su tono habitual y característico que podría dejar sordo a un humano.
Me reí por lo bajo, me puse de pie y me acerqué a Joy. Que aún miraba a todos boquiabierta. Extendí mi mano y ella la tomó dudosa para pararse. Cuando se levanto y se dio vuelta vi el escote de la parte de atrás del vestido. Casi me salgo de control. Si la semi-erección que había mantenido involuntariamente desde el primer segundo en el que la vi, había sido difícil de ocultar… ahora estaba perdido. Me moví rápido para intentar disimularla y nos dirigimos a la planta de arriba. Ninguno de los dos pronunció ni una palabra en voz alta, pero yo escuchaba todo lo que salía de su mente como si fuera cuestión de vida o muerte. “Las habitaciones son a prueba de sonido” me indicó mientras caminábamos por el pasillo. Abrió una puerta y entramos en una habitación grande, con cortinas gruesas y decoraciones negras. La luz era poca, pero por supuesto que nosotros veíamos a la perfección. “Sólo déjame cerrar la puerta” pensó mientras soltaba mi mano y se volteaba para quedar de espaldas a mí.
La imagen de su espalda desnuda me chocó de nuevo como una bola de demolición. El escote llegaba justo hasta el comienzo de su cadera, dejando al descubierto toda su espalda. La curvatura de su cintura y su cabello cayendo sobre sus hombros hubieran sido demasiado para cualquiera. Simplemente no me pude resistir. Puse mis manos en sus hombros y corrí un poco su cabello para abrirme paso hacia su cuello. Posé mis labios en su piel mientras me apretaba contra su cuerpo.
Por fin podía sentirla pegada contra mí. Sentía que habían pasado siglos desde que había probado sus labios y sus caricias. Y ahora estaba desesperado por tenerla. Aquí y ahora. Ya no me importaba ser un caballero. Ya no me interesaba si había veinte personas abajo. Ya eran historia las dudas que albergaba sobre conocernos lo suficiente. Todo lo que sabía era que ella sería mía justo ahora. Todo lo que estaba en mi mente era la certeza de que la deseaba… la quería… la necesitaba.
Seguí besando su cuello mientras me divertía por cómo se alteraban sus pensamientos. Mis manos bajaron por su cintura y se pasearon por la tela del vestido que cubría su estómago. Estorbaba más de lo que pensé que fuera posible, pero no quería arrancarlo. Me gustaba demasiado cómo le quedaba como para romperlo. Cuando recobró la compostura se volteó para quedar enfrentada a mí y pasar sus brazos alrededor de mi cuello. La besé en cuanto sus labios estuvieron a mi alcance y la apreté contra la puerta. No pareció importarle que estuviera tan desesperado. Su boca sabía incluso más dulce de lo que recordaba. Nunca había probado algo parecido. Esos labios carnosos me volvían más loco de lo que me convenía.
Sus dedos se enredaron en mi pelo y tiraron de él. Pero sabía que no quería que me alejara. Y aunque lo hubiera querido, ya no había marcha atrás. Ya no había opción.
Noté cómo sus manos bajaban hacia mi pecho para desabotonar mi camisa. Tomó todo mi autocontrol, pero me separé de sus labios y tomé sus manos en las mías para detenerla. Sus pensamientos parecían tan lastimados y ansiosos como sus ojos.
- Creo que todavía te debo un strip tease. –le susurré al oído, rozando el lóbulo de su oreja con los labios. Sonreí cuando todo su cuerpo se estremeció y sus pensamientos se dispersaron de nuevo. Me dediqué a besar el pequeño espacio de detrás de su lóbulo, todavía apretándola contra la puerta. Ya no controlaba su respiración, y eso me fascinaba. Entre las fantasías que se filtraban por su mente, escuché la vaga idea de poner un poco de música. Parecía una buena idea, así que me alejé unos centímetros de mi lugar favorito en su cuello, para que lograra armar una frase coherente. Se mordió el labio mientras la miraba, esperando que hablara.
- ¿Qué tal si pongo un poco de música? –Dijo al fin. Asentí mientras le sonreía y me alejé unos centímetros para dejar de atraparla entre la puerta y mi cuerpo. Toda mi piel se sentía fría sin su contacto. Era pura tortura verla alejarse dirigiéndose hacia su equipo de música.
Tenía toda una pared repleta de CD’s. Miró unos segundos los títulos, buscando algo en especial. Los nombres de las bandas sonaban en su cabeza mientras los leía para sí misma. Era sorprendente lo mucho que coincidían nuestros gustos en música. Agarró uno cuyo título no me sonaba y lo puso en el reproductor. La música comenzó a sonar a nuestro alrededor mientras Joy se movía lentamente hacia la cama. “Creo que esta canción te identifica bastante bien”, me dijo sonriendo...
Eres todo lo que pedía
Lo q mi alma vacía
Quería sentir
Eres lo que tanto esperaba
Lo que en sueños buscaba
Y que en ti descubrí
Me quedé helado y olvidé cómo moverme mientras escuchaba la letra. Era exactamente lo que sentía por ella. Mi corazón muerto se agrandó y amenazó con escaparse de mi pecho.
Tú has llegado a encender
Cada parte de mi alma
Cada espacio de mi ser
Ya no tengo corazón
Ni ojos para nadie
Solo para ti
Era como si yo mismo la hubiera escrito. Perfecta, justo como ella. Mi ángel me miraba con ojos grandes y ansiosos. Buscaba que reaccionara, pero mi vista estaba perdida, atrapada en esos ojos.
Eres el amor de mi vida
El destino lo sabia
Y hoy te puso ante mí
Y cada vez que miro al pasado
Es que entiendo que a tu lado
Siempre pertenecí
“Edward” me susurró en su mente. Enfoqué mis ojos en su cara. “¿Estas bien?”. Asentí con la cabeza. No estaba seguro que hubiera palabras para expresarle lo bien que me sentía en ese preciso momento.
- Nunca había estado mejor. –Le dije sinceramente en voz baja. Nunca sabría la enorme verdad de mis palabras. La sonrisa que me regaló fue despampanante. Pero luego frunció el ceño como una niña.
“Pues entonces creo que todavía tienes demasiada ropa” me dijo haciendo un adorable puchero con sus labios rojos. Se sentó en la cama y apoyó sus manos en el colchó para reclinarse un poco. Solté un pequeño gruñido y comencé a desabrocharme la camisa. No bailé, pero intente escuchar lo que pensaba para ver si eso le molestaba. Todo lo que venía de su mente era ansiedad. Quería que terminara de una buena vez. Y yo no me quedaba atrás. Mi camisa cayó al piso y me dediqué a desabrochar mis pantalones mientras me quitaba los zapatos con las puntas de los pies.
Joy sólo me miraba fijamente a los ojos. Todo lo que pasaba por su mente era bajar la mirada, pero no lo hacía. Me quité los calcetines y quede solamente en mis boxers negros. Me paré frente a ella y puse mis manos en el elástico, dispuesto a bajarlos. Pero sus ojos se liberaron de los míos y se enfocaron en mi cuerpo. Su respiración se transformó en jadeos mientras me miraba de arriba a abajo. Sus brazos cedieron y cayó sobre sus codos, boca arriba en la cama.
Solté el elástico y prácticamente me lancé sobre ella. Me sorprendió que me recibiera tan gustosa. Me apreté contra ella lo más que pude. Quería que me sintiera. Quería que supiera que era suyo. Que ella era mía. La besé lo más apasionadamente que pude. Su lengua moviéndose con la mía era el paraíso. Bajé mis manos por su cuerpo para llegar al comienzo del tajo del vestido. En cuanto lo encontré me deleité con la piel de su pierna. Subí por su cadera, llevando la tela conmigo, esperando encontrarme con su ropa interior, pero no me topé con nada. Tragué en seco y busqué sus ojos. “Creí que estorbaría” me dijo con una sonrisa pícara que me derritió los huesos. No lo soporté. Me arrodillé en la cama llevándola conmigo, pegada a mí. Le quité el vestido por la cabeza y la volví a recostar en la cama. Se rió por el rápido movimiento por unos segundos y luego volvió a morderse el labio.
- Tienes razón. La mía también comienza a estorbar. –Le dije usando sus palabras, intentando poner cara seria.
- Eso tiene solución –me susurró al oído mientras bajaba una mano por el costado de mi torso. Cuando llegó a la tela tiró de ella arrancándola por completo. “Por fin” fue todo lo que pensé mientras entraba en ella. Un hermoso grito salió de su boca entre jadeos. Era lo más hermoso que había escuchado en mis más de cien años. Intenté entender lo que pensaba, pero todo lo que distinguía eran gritos e incoherencias. Me sentí orgulloso de ser capaz de hacerla sentir así.
Seguí embistiéndola. Todo lo que quería era escucharla viniéndose. Verla derritiéndose en mis brazos. Me volvió loco que enredara sus piernas alrededor de mi cadera. Me moví más rápido mientras mi boca bajaba directamente a uno de sus pechos. Se estremeció, arqueó la espalda en la forma más sensual posible, y susurró mi nombre cuando mi lengua comenzó a rozar su pezón.
La penetré lo más profundo y fuerte que pude mientras miraba maravillado cómo subía y bajaba su pecho al ritmo de su agitada respiración.
- Edward… -lo susurró. Yo sólo pude sonreír, ya había perdido la habilidad de hablar.
- ¡Edward! –Esta vez gritó. Obligue a mi boca a articular algo coherente, pero todo lo que salió fue su nombre. Un grito desgarrado y entrecortado que intentaba pronunciar correctamente el nombre más hermoso del universo. “Joy”. El nombre de mi nueva adicción hizo eco por mi cabeza, haciendo que me desesperara todavía más y perdiera la poca sutileza que quedaba en mis arremetidas.
No tardó mucho en reaccionar al aumento de fuerza. Sus uñas se clavaron en mi espalda al momento en el que comenzó a venirse. Se estrechó a mi alrededor y me moví más rápido para volverla tan loca como ella a mí.
Creo que después de unos segundos se vino de nuevo. Aunque no estoy seguro, quizás todavía fuera parte del orgasmo anterior. Mi propio éxtasis no me permitió notar algo más que su cuerpo temblando debajo de mí y su respiración entrecortándose todavía más. Susurré su nombre una vez más mientras me venía con ella y la embestí una última vez antes de quedarme quieto.
Esto era todo lo que nunca me había atrevido a desear y muchísimo más. Estar envuelto en brazos así. No, estar envuelto en sus brazos. Todo lo que quería era seguir recostado en su pecho, luchando por recuperar la respiración que en realidad no necesitaba.
Antes no me importaba creer en ningún Dios, nunca había creído que el cielo existiera. Pero estaba equivocado. Ella era mi Diosa. Ahora estaba seguro de que el paraíso existía, y yo estaba entre sus brazos. Podría pasar el resto de la eternidad entre esos brazos. Y lo haría. No importaba el precio ni las consecuencias, lo haría.