jueves, 12 de noviembre de 2009

Driving Miss Koko cap. III





Capítulo III: Entrega.

Su sabor era único y delicioso, sus labios eran aún más suaves de lo que podría haber imaginado nunca y su piel, oh su piel era un manjar de dioses tan tersa que la seda sería capaz de raspar en comparación y tan dulce al besarla que mataría a un diabético en segundos.
-         Jacob… – susurro sobre mis labios, pero Dios mío que estaba haciendo no solo le había gritado como loco sino que además ahora la besaba y manoseaba como un poseso – por favor – no la deje continuar.
-         Lo siento Koko, he perdido la razón por completo – intente recuperar la cordura y liberarla de mis brazos – de veras lo siento – comencé a alejarme cuando una de sus manos se aferro a mi cabello con violencia.
-         Mas vas a sentirlo si te alejas de mí en este momento – me aseguró mirándome fijamente a los ojos antes de volver a mis labios con el deseo implícito en cada uno de sus movimientos.
La aferre a mí con tanta fuerza, quería fundir su cuerpo con el mío en uno solo para siempre.
Me perdí entre sus labios, acariciando su cuerpo por encima del vestido, reconociendo cada curva al tacto como las que tanto había anhelado con la mirada desde la primera vez que la vi.
Ni  en mis más atrevidas fantasías había llegado tan lejos y ahora no soñaba, no fantaseaba con ella realmente la tenía entre mis brazos y era lo más divino que había probado jamás.  
-         Jacob – la escuche pronunciar de nuevo, esta vez la dejaría hablar pues nada de lo que dijese me haría alejarme de ella – ¿no deberíamos ir a mi habitación? O a cualquier otro lado que no fuese el jardín de la casa – logro reírse a pesar de lo mucho que le costaba respirar y yo me uní a sus risas.
-         Tienes razón –
De pronto supe exactamente donde quería tenerla por primera vez.
La tome entre mis brazos y la lleve a nuestro sitio especial, me sonrió complacida en cuanto la recosté en el mesón de la cocina, que sitio más perfecto que el que había sido testigo de todas nuestras noches juntos, nuestras bromas y chistes, las apuestas, los juegos y las discusiones tontas.
Me quito la chaqueta y comenzó a desabrochar mi camisa, dejando mi torso descubierto y a su disposición, me acariciaba y en su rostro pude ver el reflejo de lo que el mío debía haber mostrado minutos atrás, la satisfacción de lograr algo que tanto anhelas, con lo que has soñado y jamás imaginaste llegarías a tener.
Su mirada fija en mi cuerpo casi desnudo y oscurecida por el deseo era fascinante como todo en ella en aquel irreal momento, si estaba soñando pobre del ser que osara despertarme.
Deslice los tiros de su vestido por sus hombros dejándolo caer, sus perfectos y firmes pechos desnudos, lo que no me esperaba debo confesar, quedaron expuestos ante mí, la mire entre sorprendido y más aún complacido ante el descubrimiento.
Me sonrió al sonrojarse mientras tomaba mis manos y las colocaba sobre sus pechos, un maravilloso cosquilleo fue de mis manos a mi columna haciendo estremecer mi cuerpo entero.
No tenía idea si la invitación a deleitarme con sus pechos sería extensiva a mis labios pero yo se las sedería con gusto infinito.
Lleve unos de sus erectos pezones entre mis labios y mi lengua, arqueo la espalda dejando más de su anatomía a mi absoluta disposición.
La escuche jadear dejando escapar mi nombre una y otra vez entre gritos ahogados.
Busque de nuevo sus labios a la vez que intentaba sacar por completo su vestido, levanto sus caderas para ayudarme y mate dos pájaros de un tiro arrastrando de una vez su ropa interior.
Me despegue de sus labios solo para contemplarla, lucia increíble el color en sus mejillas le daba un aire de inocencia que era endemoniadamente excitante.
Bajo del mesón llevando sus manos directo a la hebilla de mi cinturón, la abrió sin apartar sus ojos de los míos, luego el botón, bajo el cierre dejando caer el pantalón a mis pies. Llevo sus manos dentro de mi bóxer y acarició mi erección suave y firmemente haciéndome jadear de deseo.
La alce de nuevo y la coloque sobre el mesón, me agache delante de ella y comencé a besar sus muslos por la cara interior intercalando de uno en otro mis labios y mi lengua, escuchándola respirar enloquecida.
Seguí besando su suave piel hasta llegar al centro mismo del placer, mi nombre escapo de nuevo de sus labios en cuanto comencé a beber de ella.
Me grave su olor con cada respiración y su sabor con cada lamida, lleve uno de mis dedos a su interior dejándolo entrar y salir al mismo ritmo del vaivén de mi lengua sobre su botón.
No tardo mucho en venirse sobre mis labios gritando mi nombre.
Tuve que moverme rápidamente para acallar sus gritos o nuestro furtivo encuentro terminaría de modo sorpresivo.
Bajo nuevamente del mesón para quitarme la escasa ropa que me quedaba, me obligo a sentarme en una de las banquetas de la cocina, ahora era ella quien me saboreaba.
Su lengua y sus labios devoraban mi dureza enloquecedoramente, me dejaba entrar en su boca por completo y me sacaba lentamente.
Fue aumentando la velocidad de sus besos y se ayudo con una mano para aumentar la estimulación, las sensaciones eran demasiado intensas, de seguir así explotaría en su boca y eso no estaba entre mis planes.
La puse de pie y la bese de nuevo antes de girarla para que quedara de espaldas a mí.
Acaricie y bese su espalda, mordisqueé, acaricié y bese sus glúteos firmes y luego la empuje para que se recostara en el mesón dejando sus entrepierna descubierto para mí.
Volví a tocar su punto débil y ya no soporte más mi deseo por ella, quería penetrarla, poseerla, disfrutarla.
Rocé su entrada extremadamente húmeda con mi erección y ella misma me incito a entrar moviendo sus caderas.
La penetré con brusquedad, el deseo se había apoderado de mí por completo. Lleve mis dedos a su boca para evitar que gritara y ella los beso divinamente.
Me apretaba contra ella buscando profundizar el contacto de nuestros cuerpos, la embestía con fiereza y la sentí venirse de nuevo e incremente la velocidad de mis movimientos.
Su respiración y sus jadeos entre mis dedos complementaban la más variada gama de sensaciones.
Lleve mi mano libre a su botón y comencé a estimularla para alcanzar juntos un orgasmo increíble.
Me deje caer sobre su espalda, dándole suaves besos mientras ambos recobrábamos la respiración.
-         Oh… Jacob… eso ha sido… maravilloso – susurro con esfuerzo.
-         Dema… siado Koko, te amo pequeña – la frase se escapo de mis labios y me quede de una pieza esperando que me empujara y me llamará loco, obsesivo o enfermo. Era demasiado pronto para algo así – te amo – ya que más da, sí estoy loco, loco por ella.
Seguí besando su espalda con ternura antes de salir de su cuerpo y dejarla moverse.
Se giro y me miro llena de emociones encontradas, me beso en los labios y sin separarse más que lo necesario me susurró.
-         Yo también te amo, so tonto – siguió besándome, me sentí increíblemente feliz.
La estreche de nuevo entre mis brazos, rodeo mi cintura con sus piernas y me encamine hacia mi habitación.
-         Mmm Jake, debemos recoger la ropa o Wilfred tendrá una apoplejía en la mañana – rió contra mis labios y yo regrese a la cocina.
-         Tienes razón pobre Alfred – dije dejándola en el suelo para recoger un poco el desastre que dejamos.
Me tomo de la mano y me llevo hacia las escaleras, al ver la gran curiosidad reflejada en mi rostro me susurro al oído.
-         Vamos a mi cuarto, mi cama es más grande que la tuya – mordió suavemente el lóbulo de mi oreja.
Bien valdría la pena no dormir esta noche.
A partir de aquella noche no volví a separarme de ella nunca, era su novio, su amigo, su amante, su chofer o lo que sea que ella necesitara de mí, era su complemento y ella el mío.
Con el tiempo y después de muchos escándalos en los noticieros, me convertí en su esposo y ella se convirtió en la madre de mis dos bellísimos hijos.
Casi enloquecemos cuando nacieron los mellizos, ella se retiro de la actuación, temporalmente me aseguró en incontables oportunidades, para dedicarse a los chicos y yo me dedicaba por completo a los tres.
Kokoro, Taylor y mi pequeña Alejandra eran todo para mí, mi mundo.
-         Será que nos vamos, Black – arg que mujer – llegaremos tarde al hospital – me gritaba.
Seriamos abuelos, otra vez, nuestra pequeña sería madre, de mellizos.
Después de 30 años seguía siendo su chofer y que querían, después de lo que hizo aquella noche en la cocina, y en otras muchas partes de la casa con el último que contrato, ni loco la dejaría contratar a nadie más.
Como les decía con gusto le aplastaría la cabezota algunas veces pero como poder si yo la amaba, la amo y siempre la amaré.
-         Paciencia amor, paciencia – le pedí cuando subí al auto y la bese dulcemente en los labios.

Fin.
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Lo amo, lo amo, amo este fic, es mi bebé.
Creo que no pudo ser más perfecto, modestia de madre jeje, pero lo he disfrutado muchísimo y espero que también ustedes.
Koko, te amo amiga que tu lo leas es importantísimo para mí, tu apoyo y tu cariño son lo mejor.
Espero de todo corazón que todos los que lo leen, muchos o pocos lo hayan disfrutado como se que tu y yo lo hacemos.
Las quiero cada día más.









2 comentarios:

¡¡bamh!! dijo...

Seee!
Esta muy bueno el fic

Felicidades, esta muy bueno ;)

LiiQaaLu dijo...

gabyy woww ke kapitulo!! kreo ke no pudo ser mejor un final diferentee ke esteee... me enkantooo y kreoo ke obvioo koko lo amaraaa =d.. bueno miless de besoss y hastaa prontooo chaoo =D